Discurso de Su Eminencia, Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Junio de 2011.
«Las barreras que eleva la Iglesia, se presentan por lo tanto como doblemente pesadas, ya que penetran hasta la esfera más personal y más íntima. Las normas de vida de la Iglesia son de hecho más que una especie de reglas de tránsito, a fin de que la convivencia humana evite en lo más posible los desencuentros. Éstas tienen que ver con mi camino interior, y me dicen cómo debo comprender y configurar mi libertad.
Éstas exigen de mi parte decisiones, que no se pueden tomar sin el dolor de la renuncia. ¿No se quiere negarnos quizá los frutos más bellos del jardín de la vida? ¿No es cierto tal vez que con la estrechez de tantos mandatos y prohibiciones se nos bloquea el camino de un horizonte abierto? Y el pensamiento, ¿no resulta tal vez obstaculizado en su grandeza, como incluso la voluntad? ¿No debe tal vez la liberación surgir necesariamente de una tutela espiritual semejante? Y la única verdadera reforma, ¿no sería tal vez aquella de rechazar todo esto?
Pero entonces, ¿qué queda aún de esta compañía?
La amargura contra la Iglesia tiene también un motivo específico. De hecho, en medio de un mundo gobernado por una disciplina dura y por restricciones inexorables, se levanta hacia la Iglesia una y otra vez una esperanza silenciosa: ésta podría representar en todo esto una pequeña isla de vida mejor, un pequeño oasis de libertad, donde podemos retirarnos de vez en cuando”.
[Traducción de Dominus Est]
*permitida su reproducción mencionando a DominusEstBlog.wordpress.com
DOMINUS EST 
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