Un Católico de verdad no puede ser sedevacantista [o neo sedevacantista]

 

Por el Padre Alfonso Gálvez.

 

Habría entonces grupos, grupúsculos, en la Iglesia, o en lo que fue la Iglesia, que se separaron de la Iglesia, precisamente bajo el estandarte de que “iban a vivir con integridad la fe católica”, para lo cual se separaron de la Iglesia, se separaron de la legítima autoridad de la Iglesia. Una legítima autoridad que será buena o mala, incluso corrupta, todo lo corrupta que queramos, pero que es la legítima autoridad. Y mientras la legítima autoridad, sea la legítima autoridad, pues es la legítima autoridad y por lo tanto, con capacidad y derecho a ser obedecida, y nadie puede salirse de esos carriles que instituyó Nuestro Señor Jesucristo, porque nadie está autorizado a fundar una nueva Iglesia. Ni siquiera bajo el estandarte de “yo voy a fundar la auténtica Iglesia”, que fue lo que pasó con Lutero y fíjaos las consecuencias que trajo la reforma de Lutero y la separación del tronco de la Iglesia por parte de Lutero.

 

Y los tiempos en que entonces vivirán los escasos católicos que permanezcan en su fe, pues habrá grupos que también dirán: “Nos separamos de esa falsa Iglesia porque rechazamos esa autoridad constituida por corrupta que ha dejado de ser autoridad”, y “el Papa ya no es el Papa, no es Papa porque es un hereje… la Sede de Pedro está vacante”. Pero, las personas que entonces dirán tales cosas, ¿con qué autoridad las dicen? ¿Qué autoridad tiene un cristiano, por fiel que sea, por bueno que sea, o un grupo de cristianos para declarar que el Papa es hereje?

 

Cualquier cristiano, por el hecho de ser cristiano y por el hecho de ser persona racional, tiene derecho a pensar y a buscar la verdad; y si piensa que el Papa está constituido en herejía, pues tiene derecho a pensarlo, incluso le da derecho como persona privada, o no privada, observando el debido respeto y manteniendo el sentido de autoridad, a corregir a la autoridad, eso lo dice la Santa Madre [Iglesia], lo dice toda la tradición de la Iglesia, pero no a declarar “oficialmente” que la Autoridad ha dejado de ser autoridad. La autoridad podrá estar equivocada, la autoridad habrá podido incurrir en el error, incluso en herejía, pero ¿quién tiene la autoridad? ¿Quién tiene la autoridad para decir que la Autoridad de la Iglesia ha dejado de ser la autoridad de la Iglesia?

 

Tendrá que ser la misma Iglesia la que haga tal declaración. Claro que se supone, porque además, estas declaraciones de que: “¡La Autoridad de la Iglesia ha dejado de ser la autoridad de la Iglesia!”, “¡la autoridad de la Iglesia está constituida en herejía!”, “¡la Sede de Pedro está vacante!”, estas afirmaciones a mí me producen, muchísima pena. Porque veo que aquellas personas que las pronuncian, las pronuncian con un sentimiento, que no quiero pensar que sea así, pero que da la apariencia de un sentimiento de odio tal como lo pronuncian, y de tal forma acusan a las personas que no piensan como ellos – “¡Los que piensen que la Sede de Pedro NO esté vacante es un hereje!” – y lo dicen con tal sentimiento de ira y de odio, o al menos así lo parece, y yo quiero pensar que no es odio, pero me da pena la forma en que lo dicen. Siempre la caridad debe estar presente entre nosotros, el respeto de unos a otros. La confrontación de opiniones debe hacerse con respeto, no tenemos por qué considerar “maldito” al que no piense como nosotros.

 

Claro, esta situación de obedecer a una autoridad, llegado el caso cuando eso ocurra, de que tal autoridad pudiera no ser correcta o no actuar conforme a las enseñanzas de la auténtica fe católica, y no obstante mantenerse fiel a esa autoridad, al menos mientras la Iglesia como tal no diga otra cosa, eso supone, o supondrá para los católicos que vivan en aquellos tiempos difíciles, una actitud realmente difícil, porque es una actitud de equilibrio. Porque por una parte, si es que hay algo de verdad o habrá algo de verdad cuando llegue el momento, en ese grado de corrupción que se atribuirá a las autoridades de la Iglesia, etc., pues, no podrán dejar de reconocerlo, eso de un lado, y por otro sin embargo se verán obligados a reconocer a esa autoridad, mientras realmente sea la legítima autoridad, como tal legitima autoridad. Eso sí, si tal legítima autoridad si ha llegado el caso, tratar de imponerle “verdades” contrarias a la fe, eso los verdaderos católicos tendrían la obligación de no aceptarlas. O de imponerle conductas contrarias a la fe, tales católicos tendrían la obligación de no aceptar tales conductas y rechazarlas expresamente. Pero no aceptar tales enseñanzas o no aceptar tales conductas, no significa rechazar la autoridad de la Iglesia mientras sea realmente la autoridad de la Iglesia, y mientras no sea la misma Iglesia la que defina cuál es la autoridad de la Iglesia y cuál no es la autoridad de la Iglesia, cuándo la autoridad de la Iglesia ha dejado de serlo o [si] no ha dejado de serlo.

 

Por otra parte, los que acusan a los fieles católicos que tratan, en esa situación de equilibrio, de mantenerse fieles a la autoridad y a la jerarquía, han de tener en cuenta que esa situación o esa condición por la cual esos tales católicos tratan de mantenerse fieles a una jerarquía, que quizá no les convence, pero que sin embargo tratan de mantenerse fieles a ella, está sin embargo manteniendo y haciendo firme una realidad. En la Iglesia, una autoridad, corrupta o no corrupta, mejor o peor ¡es necesaria!, como estructura de la Iglesia, estructura capital, para mantener la visibilidad de la Iglesia. Una de las notas de la verdadera Iglesia es la visibilidad. La auténtica Iglesia de Jesucristo es una Iglesia visible. Una Iglesia sin cabeza, una Iglesia sin autoridad, no es una Iglesia visible. Una Iglesia podría estar sin cabeza, o sin autoridad, por un tiempo muy breve, muy limitado. En la Iglesia ha habido cismas, quizá no dejen de producirse, en tiempos futuros o cercanos pero, cismas siempre que mantenían su cabeza.

 

Yo recuerdo por ejemplo, que en el famoso y conocido cisma de occidente, había grandes santos que eran partidarios de un bando, y grandes santos que eran partidarios del otro, cada bando tenía su propio papa que pretendía ser el auténtico papa, y repito, había santos que eran partidarios de uno de ellos, y también había grandes santos, también grandes santos reconocidos por la Iglesia, que eran partidarios del otro, pero siempre había una cabeza.

 

Una Iglesia sin cabeza deja de ser una Iglesia visible, y la Iglesia católica, una de sus notas, es la visibilidad.

 

Transcripción de Dominus Est.

Fuente del vídeo: José Martí Florenciano

 


 

francisco-y-benedicto

 

El Papa emérito Benedicto XVI, Joseph Ratzinger, primer pontífice que renunció en 600 años, se confiesa en el libro-entrevista del escritor alemán Peter Seewald y nace un best-seller porque cuando falta poco (en abril), para que cumpla 90 años de edad, lo que cuenta de su vida es de hecho un testamento. En primer lugar explica: «La renuncia la escribí yo”. Y agrega: “Nadie me chantajeó, porque tampoco lo hubiera permitido”.

Ratzinger, ya lo dijo varias veces: se sentía cansado, sin las fuerzas suficientes para afrontar el gran peso de su misión apostólica. Hace poco en una entrevista contó que debía viajar en abril 2013 a Brasil, a la reunión mundial de la juventud, y no se sentía en condiciones físicas.

Su dimisión, que causó un shock impresionante en la Iglesia, que se prolonga en debates, discusiones y chismes hasta hoy en la mastodóntica estructura católica, la escribió en latín “porque es una lengua que conozco bien”. Temía hacerlo en italiano “porque podía cometer errores”. [Fuente: aquí]

 

A tener muy muy en cuenta:

La herejía, el cisma y la apostasía están tipificados como delitos canónicos castigados con excomunión latae sententiae (cf. can. 1364). Además, las Modificaciones a las Normas de los delitos más graves de 21 de mayo de 2010 en su art. 2º, establece que estos son delitos más graves y están reservados a la Congregación para la Doctrina de la Fe.

La herejía, el cisma y la apostasía tienen otras consecuencias:

a) El can. 1184 § 1, 1 indica que se deben negar las exequias eclesiásticas “a los notoriamente apóstatas, herejes o cismáticos”, salvo que haya manifestado algún signo de arrepentimiento antes de morir.

b) Según el can. 1041, 2, son irregulares para recibir las órdenes sagradas “quien haya cometido el delito de apostasía, herejía o cisma”.

c) El can. 194 § 1, 2, establece que queda removido del oficio eclesiástico ipso iure “quien se ha apartado públicamente de la fe católica o de la comunión de la Iglesia”. (Fuente: IusCanonicum)

 

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