Por Guy Fawkeslein. Dominus Est. 7 de octubre.
El 7 de octubre se celebra en la Iglesia universal la memoria de la Bienaventurada Virgen María del Rosario. Una preciosa fiesta centrada en la devoción que la piedad del pueblo católico ha mostrado a María por medio del rezo del santo rosario.
El rosario es una antigua oración cristiana que hunde sus raíces en los monasterios de la Alta Edad Media. Dada la ignorancia de muchos hermanos monjes que no sabían leer en latín, y por tanto, no podían rezar los salmos del oficio divino; se creó una adaptación popular de éste compuesta a base de padrenuestros y de avemarías. En el s. XIII será el santo español, Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de los Predicadores, llamados dominicos, quien difunda esta devoción por el mundo entero, atribuyendo el origen del rosario a una aparición de la Virgen, donde se lo regalaba y le encargaba que lo difundiera. Así lo cuenta la leyenda piadosa referida a los prodigios de santo Domingo de Guzmán:
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Fuera como fuere, no importa si es verdad o no, lo cierto es que desde entonces el rezo del santo rosario ha ido calando profundamente en la piedad sincera y sencilla del pueblo de Dios. Muchos papas lo han recomendado y favorecido, sobre todo, san Juan Pablo II quien le dedicó una carta apostólica, Rosarium Virginis Mariae (2002). En 1917, fue la Virgen de Fátima quien en una de las muchas apariciones lo recomendó como arma eficaz para rezar por la paz.
Sin embargo, la fecha elegida para esta fiesta no es casualidad, sino que parte de una hazaña histórica de gran trascendencia para la salvaguarda del Occidente cristiano: la conocida “batalla de Lepanto”.
La batalla de Lepanto fue un combate naval que tuvo lugar el 7 de octubre de 1571 cerca de la ciudad griega de Náfpaktos (Lepanto en italiano y de ahí al español). Contra el ejército del Imperio otomano luchó una coalición católica, llamada Liga Santa, que estaba formada por el Reino de España, los Estados Pontificios, la República de Venecia, la Orden de Malta, la República de Génova y el Ducado de Saboya.
Los católicos, liderados por Juan de Austria, resultaron vencedores, atribuyendo dicho éxito a la intervención de la Virgen María. La victoria acaecida supuso la detención del expansionismo otomano en el Mediterráneo oriental durante algunas décadas. Como curiosidad señalaremos que en esta batalla participó Miguel de Cervantes, que resultó herido y perdió la movilidad de su mano izquierda, lo que le valió el sobrenombre de «manco de Lepanto».
Con motivo de esta gloriosa hazaña, y para inmortalizarla, el papa san Pío V instauró la fecha del 7 de octubre, aniversario de la victoria en la Batalla de Lepanto, como fiesta de Nuestra Señora de las Victorias; además, agregó a la letanía de la Virgen el título de Auxilio de los Cristianos. Será su sucesor, Gregorio XIII, quien cambia el nombre de su festividad al actual: Nuestra Señora del Rosario.
Esta gesta histórica demuestra, una vez más, hasta qué punto la otrora católica España fue instrumento elegido por la Providencia para expandir el Evangelio por el mundo y ser bastión contra las herejías. Actualmente, el rosario se hace más necesario, si cabe, para pedir la salvación, la unidad y la paz en la amada patria española.
Por otra parte, en esta fiesta entrañable, hagamos alguna consideración espiritual acerca del rezo del rosario. María, la paridora de Cristo, es el conducto que ha hecho posible esta entrada de la luz en el mundo. Invocarla como Virgen del Rosario es confesar la presencia de María durante la vida terrenal de Jesús. Es proclamar la fe de la Iglesia que afirma que “María está íntimamente asociada a la obra del Redentor” (cf. LG 61). En el rosario acompañamos a María en el gozo, en el dolor, en la luz y en la gloria. En el santo rosario vemos a una María humana y cercana pero a la vez adornada con las mayores virtudes con que Dios la hizo brillar. Rezar el rosario es hacer memoria orante y agradecida de lo mucho que Jesucristo hizo por nosotros.
Es hoy mucho más necesario que nunca rezar el santo rosario porque la Virgen lo pidió, la Iglesia lo necesita y el mundo lo necesita aún más. En la batalla final de la historia frente a las fuerzas del mal, el rosario es el arma más útil, más útil, más necesaria, más victoriosa, más recomendada y más eficaz que la Divina Providencia ha puesto en nuestras manos. El santo rosario siempre ha gozado de gran estima entre los distintos estamentos del Pueblo de Dios y ha sido promovido y muy recomendado por los distintos papas, siendo su máximo exponente, san Juan Pablo II. Por último, rezar el rosario nos lleva a elevar nuestro corazón a Jesucristo, a contemplar el misterio de la redención de la mano de María, de aquella que nos ha traído la alegría al mundo, que nos ha enseñado a padecer y a acompañar el dolor, a experimentar el gozo de ser salvados y a vivir desde la luz de la Pascua.
Oración final:
María, Virgen Santísima del Rosario, sé hoy y siempre nuestra Madre, no abandones a tus hijos ni a la Iglesia de Dios en esta hora de la Historia. Sé nuestra mejor aliada frente a las seducciones del enemigo y danos fortaleza en la batalla final. Cuida de nuestras gentes, de los que están aquí y de los que viven fuera. María del Rosario, ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Guy Fawkeslein. Dominus Est
*permitida su reproducción mencionando a DominusEstBlog.wordpress.com
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