LA MISA EN LATÍN PROSPERA EN EL SURESTE DE NIGERIA

Por MATTHEW SCHMITZ. The New York Times. 30 de septiembre 2017.

 

UMUAKA, Nigeria – En agosto, bajo un cielo azul brillante y frente a 2.500 fieles, el obispo Gregorio Ochiagha realizó la primera ordenación en el rito tradicional en latín en Nigeria desde que la liturgia vernácula fue introducida después del Concilio Vaticano II. Cerca del final de la misa, el obispo de 86 años casi se desmayó. «Estoy muy feliz, estoy muy feliz», susurró mientras lo llevaban a una silla.

Los católicos apegados a la misa en latín han sufrido mucho desde la introducción de la liturgia vernácula después del Concilio Vaticano II. Pero hace 10 años, disfrutaron de una sublime reivindicación. El Papa Benedicto XVI declaró en su documento «Summorum Pontificum» que todos los católicos tienen derecho a la liturgia tradicional. «Lo que las generaciones anteriores sostuvieron como sagrado, sigue siendo sagrado y grande para nosotros también», escribió Benedicto. El obispo Ochiagha distribuyó generosamente copias del «Summorum» a sus hermanos obispos en Nigeria, muchos de los cuales habían criticado su apoyo a la misa en latín.

 

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Ordenaciones de la Fraternidad Sacerdotal San Pedro (FSSP) en Nigeria

 

Aunque los tradicionalistas siguen siendo una pequeña minoría en Nigeria, como en todo el mundo, su número está creciendo. Los católicos tradicionales ven el antiguo lenguaje de la misa en latín como signo de estabilidad y unidad de su fe, indicación de que Cristo es el mismo ayer, hoy y mañana. Ellos quisieran verla regresar en todo el mundo, pero por ahora, algunos de sus partidarios más fuertes han estado en lugares como Nigeria, donde el tumulto histórico y las luchas étnicas han dado a los tradicionalistas una razón especial para valorar este aspecto de su fe. Hace seis años, el obispo Ochiagha enterró a su amigo Emeka Ojukwu, quien había encabezado a la República de Biafra en su rebelión contra el estado nigeriano. El obispo Ochiagha sirvió a Biafra como diplomático y observó la violación y el pillaje que acompañaron su derrota en 1970.

En ese momento tan tirante, los sacerdotes extranjeros fueron expulsados de Nigeria por el gobierno, y la liturgia vernácula fue introducida por el Concilio Vaticano II. «El momento del cambio litúrgico no fue fácil», me dijo el Obispo Ochiagha. «La gente pensaba que la iglesia estaba colapsando». De un solo golpe, los católicos fueron arrancados de su pasado. También les resultaba más difícil orar. «La Misa tradicional fomenta la reflexión y la oración», dijo. «La nueva misa se da a la verbena.»

Así que cuando uno de los sacerdotes del Obispo Ochiagha pidió permiso en los años noventa para celebrar nuevamente la misa en latín en Nigeria, el obispo estuvo de acuerdo. El sacerdote, el reverendo Evaristus Eshiowu, había estudiado en Los Ángeles, donde se sorprendió por lo que él veía como irreverencia del culto estadounidense. Se sintió llamado por la Virgen María a revivir una liturgia en la que su hijo sería honrado apropiadamente. Volviendo a Nigeria, empezó recitaciones mensuales de 2.000 Rosarios, sesiones maratónicas de oración que se extendían desde las 8 p.m. a las 3 de la mañana y terminaban con Misa en latín.

El catolicismo tradicional es considerado algunas veces como supersticioso por el énfasis que pone en devociones formales como el Rosario y los viernes sin carne, pero tales prácticas son las que han hecho que la fe atraiga a todas las naciones y clases. Cuando los obispos comenzaron a descartar las devociones tradicionales en la época del Concilio Vaticano II, la antropóloga británica Mary Douglas los acusó de convertir la fe en un conjunto amplio de compromisos éticos burgueses. El cambio litúrgico fue una especie de guerra de clases. Las estadísticas disponibles muestran su argumento: En los Estados Unidos, la asistencia a misa se mantuvo estable entre los católicos adinerados cuando la misa en latín fue abandonada, pero decayó entre los pobres.

Es sorprendente que los líderes de una fe ritual imaginaran que podían prescindir de las formas tradicionales de oración. Entre las pocas élites que vieron la locura de este proyecto, la mayoría eran artistas, atentos naturalmente a la forma en que las cosas supuestamente superficiales pueden ser, de hecho, esenciales. En una carta de 1971 dirigida al Papa Pablo VI, artistas de todas las religiones y ninguna fe, figuras tan variadas como Vladimir Ashkenazy, Graham Greene y Agatha Christie, protestaron que la Misa en latín era una obra de arte viviente, perteneciente “tanto a la cultura universal como a los clérigos».

Evelyn Waugh, católica, se dio cuenta de que estos cambios externos estaban relacionados con asuntos esenciales. «Más que los cambios estéticos que roban a la iglesia la poesía, el misterio y la dignidad», escribió, «se sugieren cambios en la fe y la moral que me alarman».

En «Summorum Pontificum», Benedicto señaló que la liturgia tradicional de la Iglesia introdujo a la fe católica no sólo a las naciones bárbaras de Europa, sino también a «los tesoros de culto y la cultura amasados por los romanos». Tiene una especie de «romanitas»[1] que complementa las culturas tradicionales de todo tipo.

 

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Estatua de Jesús, de 9 metros de altura, en Abajah, en el Sureste de Nigeria

 

Esta idea apela a Edwin Mary Akaedu, un parroquiano en esta ciudad Nigeriana del sureste. Cita los paralelos entre la Misa latín y las tradiciones de su tribu Igbo, y considera que la Misa vernácula puede ser «inculturada» como engañosa más fácilmente. «La idea de la inculturación no era nativa», me dijo. «Fue introducida. Y así como en toda la moda occidental, fue rápidamente adoptada por todos».

El Sr. Akaedu dijo que en las parroquias menos tradicionales no recibió una dirección moral clara. «Pero aquí me dijeron: Esta es la manera correcta de vivir, esto es lo que Dios quiere.»

Perpetua Iwuala, de 16 años, me dijo lo mismo: «Los sacerdotes aquí te dicen todo lo que necesitas saber. Te enseñan los mandamientos. En otras parroquias no”.

 

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Fraternidad Sacerdotal San Pedro  (FSSP) en Nigeria

 

Entre los fieles que se acercan a la comunión en brillantes prendas cosidas en casa, impresas con imágenes de María y de los santos, se destaca un niño. Lleva una camiseta gris que dice: «Reunión del clan McLean, Fredericksburg, Virginia, 1997.» Parece un rechazado, algo descartado por otros pero tomado en cuenta aquí – al igual que la misa en latín. Cuando la liturgia termina, los niños corren por el atrio de la iglesia gritando: «¡Sixto! ¡Perpetua! ¡Felicitas!», podría tratarse de un recuento de viejos dignatarios romanos. Cuando un sacerdote de una parroquia vecina critica la liturgia tradicional, una niña exclama: «¡El Padre es un modernista!»

Los católicos de otros lugares han prescindido en gran medida de las condenaciones del modernismo, de la mano de la misa en latín. Hay algo bíblico en la forma en que estas cosas han encontrado vida nueva en Nigeria. Así como Jacob desplaza a Esaú, así una nación supera a otra en devoción. Para que esto funcione, se debe tener la humildad de aceptar una herencia. El cristianismo es un asunto que se nos hereda. Lleva las marcas de los que vinieron antes.

Poco después de su conversión al catolicismo, Evelyn Waugh escribió una historia acerca de un visitante de Londres que es lanzado 500 años al futuro, cuando la ciudad se reduce a un grupo de chozas. Los habitantes ingleses son salvajes analfabetos que se encogen mientras los colonizadores de África navegan por el Támesis. El viajero está desorientado, hasta que su mirada cae sobre algo que le es conocido. «De entre la rareza, apareció algo familiar; una figura entre el caos». Un sacerdote africano está diciendo misa tradicional.

A pesar de siglos de percances y tumultos, algo «nuevo pero que no envejece» se mantuvo. Cuando fue suprimida la misa en latín, al final de la vida de Waugh, su visión de joven de que se dijera para siempre parecía una locura. Si hoy en día parece más probable, es debido en parte a personas como el obispo Ochiagha y a los celebrantes que aquí han preservado una herencia rechazada por otros. Contra todo pronóstico, el cuerpo de Cristo permanece como «una figura en el caos», marcada pero intacta, por el paso del tiempo.

 

[Traducción de Mónica Agustí. Dominus Est. Artículo original]

*permitida su reproducción mencionando a DominusEstBlog.wordpress.com

 

[1] Romanitas es el conjunto de conceptos políticos y culturales, y prácticas por las que los romanos se definían a sí mismos.

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