LA UNIDAD EN LA CARIDAD

Por Isabelle / C.H. CathoBel. 16 de febrero de 2018.

 

Con ocasión de la visita del Cardenal Sarah en Bélgica, algunos podrían asombrarse: ¿Cómo es que los responsables de la Iglesia aborden cuestiones esenciales de manera diferente? ¿Eso no implica divergencias fundamentales respecto a la fe?

 

« Cuando uno dice: ‘Yo soy de Pablo, y otro: Yo de Apolo, ¿no procedéis a lo humano? Pues ¿qué es Apolo y qué es Pablo? Ministros según lo que a cada uno ha dado el Señor, por cuyo ministerio habéis creído; Yo planté, Apolo regó; pero quien dio el crecimiento fue Dios » (1 Co. 3, 4-6).

 

Quien se expresa en estas líneas, es san Pablo, hacia el año 50. El problema entonces no es nuevo: los cristianos tienen tendencia a reclamarse de uno o del otro… tendencia (real o supuesta) en la Iglesia, tomando a veces (a menudo) parte por tal obispo, sacerdote, testigo… contra otro. Algunos dirán pertenecer a Benedicto, otros a Francisco. A Robert, o a José. Mientras que los dones son complementarios en la Iglesia y concurren, en el Espíritu Santo, por el bien de todo el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia.

 

Relativismo y absoluto

 

En la « dictadura del relativismo », vigorosamente denunciada por el Cardenal Sarah, no respondamos por una herejía del absoluto. En efecto, ninguna toma de posición teológica, espiritual, pastoral, incluso aquella que se revindica de una fidelidad radical en el Evangelio y en el magisterio de la Iglesia, por no decir toda la fe. Incluso un dogma, que expresa de manera exacta un punto de la revelación, por no decir toda la revelación. Sólo Dios es absoluto, y Dios permanece siempre más allá de nuestra comprensión.

 

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Así, en el curso de la Historia de la Iglesia, los dogmas mismos están destinado a profundizarse, como lo explicaba el Cardenal Newman (1801-1890). Así, los dogmas del concilio de Nicea-Constantinopla (año 325/381) no impidieron la formulación de aquellos de Calcedonia (año 451).

Vividas en la unidad de la fe y la caridad, las tensiones, inevitables, pueden no obstante revelarse fecundas. Ya en el « concilio » de Jerusalén, en el primer siglo, los apóstoles y los ancianos, reunidos alrededor de la cuestión de la circuncisión de los conversos surgidos del paganismo, entraron en una « discusión viva ». Pedro. Finalmente, resuelve: los fieles venidos del paganismo no serán sometidos a la ley de Moisés, pero deben, entre otras cosas, « abstenerse de las contaminaciones de los ídolos » (Hechos 15, 20). Ese fue sin duda el primer acuerdo esencial en la Historia de la Iglesia.

En todos los concilios siguientes – o en los sínodos –, tales discusiones aparecen. Ahí donde, humanamente, las posiciones parecen a veces irreconciliables, siempre termina por llegarse a un consenso, bajo la forma de una nueva síntesis que corresponde a una nueva profundización de la fe. Esto será lo mismo en los debates que, hoy, atraviesa la Iglesia, de Oriente a Occidente, de Norte a Sur.

C.H.

 

[Traducción de Dominus Est. Artículo original]

*permitida su reproducción mencionando a dominusestblog.wordpress.com

 

 

Ver también:

“Los nuevos revolucionarios están tratando de destruir la Familia Cristiana”: Card. Sarah

 

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