‘UNA LEGÍTIMA DIVERSIDAD’. Aniversario Summorum Pontificum. Entrevista a Mons. Dominique Rey

Por LA NEF.

 

Mons. Dominique Rey, obispo de Fréjus-Toulon [Tolón, Francia], de manera generosa ha aplicado en su diócesis el Motu proprio de Benedicto XVI. Él evoca para nosotros esta experiencia y sus frutos positivos.

 

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¿Cómo recibió el Motu proprio Summorum Pontificum en 2007?

Recibí el Summorum Pontificum de una manera filial. Esta acción jurídica veía el poner fin a los sufrimientos de quienes, en la Iglesia, deseaban rezar con los antiguos ritos litúrgicos y que habían sido privados de éstos hasta ese momento. Se trataba también de hacer un acto de reconciliación para calmar las divisiones del pasado. Como obispo, para mí era claro que el Motu proprio establecía nuevas disposiciones jurídicas para el rito antiguo, válidas para toda la Iglesia de rito latino, y por consecuencia para mi propia diócesis.

 

¿Qué balance saca usted, más de diez años después, de su aplicación?

En la diócesis de Fréjus-Toulon y en muchos alrededores ha sido aplicado ampliamente y sin suscitar controversias. Los frutos son reales. La liturgia antigua alimenta a comunidades o parroquias en crecimiento numérico, y atrae jóvenes. Éste participa de una legítima diversidad de entre todas las comunidades cristianas en comunión con su obispo. Por supuesto, Summorum Pontificum no ha sido tal vez perfectamente aplicada en toda Francia. Mi propia experiencia me ha mostrado que la confianza y la generosidad no van sin reconocimiento, y han creado una fraternidad y una comunión más profundas en la diócesis. Me esfuerzo en acompañar personalmente a los grupos que viven la forma extraordinaria. Estas comunidades encuentran desafíos. Pero mi convicción es clara: ellas forman parte de la solución en la Iglesia de hoy, sin problema.

 

Usted mismo, ¿qué ha hecho concretamente en su diócesis?

Establecí una parroquia personal en Tolón para la forma extraordinaria y la he confiado a una comunidad reciente. Los miembros de esta comunidad, y ciertos seminaristas diocesanos, reciben las órdenes menores y mayores – incluida la ordenación – conforme al Usus Antiquior. Cuando me lo solicitan, imparto los sacramentos en el rito antiguo porque los fieles miembros de esa comunidad no son “católicos de segunda clase”. Ellos merecen la misma atención pastoral que cualquier otro feligrés.

 

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En su carta a los obispos, que acompaña el Motu proprio, Benedicto XVI hacía un llamamiento a un “enriquecimiento mutuo” entre las dos formas, ordinaria y extraordinaria, del mismo rito romano. ¿Cómo interpreta usted ésta exhortación?

En la diócesis de Fréjus-Toulon, varias parroquias viven a partir de este momento dos formas del rito romano. Debido a que en la práctica ésta se celebra con mucho respeto, la forma extraordinaria del rito romano ha llamado mi atención sobre la importancia de la sacralidad, del ritual y de la belleza en la liturgia. Esta asistencia cruzada de los ritos litúrgicos tiene una virtud: ella nos abre por anticipado una comprensión de las riquezas auténticas de la liturgia. Evitando el escollo de la creatividad, constato una mejor disposición en cuestionar nuestras prácticas. Por ejemplo, la recomendación del Cardenal Sarah de celebrar la misa ad orientem ha suscitado menos bloqueos ideológicos y algunos se han permitido redescubrir el significado espiritual de este gesto.

 

¿Cómo se ubica usted en relación a lo que el Cardenal Ratzinger había llamado“la reforma de la reforma”? ¿Aún es un tema de actualidad?

El Cardenal Sarah ha hablado a menudo de esta Reforma, todavía más reciente en [su libro] La Fuerza del Silencio y durante la última conferencia Sacra Liturgia en Milán. En él habla al mismo tiempo del enriquecimiento mutuo. Poco importa cómo se le llame, esta idea parte del deseo de una mayor fidelidad a los principios de la reforma litúrgica declarados durante el Concilio Vaticano II, a la luz de la experiencia de los últimos cincuenta años. Esto tomará tiempo, y sobre todo conviene no anticiparse a las decisiones de la Santa Sede. Pero es claro que la cuestión sigue siendo pertinente, y que ésta suscita numerosas discusiones entre los pastores y los universitarios.

 

Misa tridentina interior

 

¿Cómo analiza usted la situación de los institutos llamados Ecclesia Dei[1], particularmente aquellos que forman sacerdotes seculares: los ve como nostálgicos por el pasado a quienes se necesita asistir por caridad o como una oportunidad para la Iglesia? Y la Iglesia, por voz de los obispos especialmente, ¿tiene ésta algún papel a desempeñar para orientarlos, al igual que a todas las nuevas comunidades, en particular en un sentido de aceptación de la celebración de la forma ordinaria?

Creo que la percepción que tienen muchas personas acerca de estas comunidades es injusta. Hay que reconocer que algunas personas, en el seno de las comunidades, han sufrido mucho con anterioridad. Pero me regocijo de que, lejos de congelarse en el pasado, aparecen nuevas generaciones de sacerdotes y religiosos en el seno de estas comunidades porque en ellas han reencontrado a Cristo. No se trata de nostalgia. Estas comunidades dan testimonio de lo que el papa Benedicto XVI escribió en la Carta de Acompañamiento de Summorum Pontificum:

 

«Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande y no puede ser  improvisamente totalmente prohibido o incluso perjudicial. Nos hace bien a todos conservar las riquezas que han crecido en la fe y en la oración de la Iglesia y de darles el justo puesto.»

 

Como obispo, mi papel es el de asegurar junto con estas comunidades el vínculo de la comunión eclesial, de evitar el aislamiento o el riesgo de desviaciones sectarias que existen por todos lados. Pero esta comunión pasa por la proximidad, por la celebración de la liturgia y de los sacramentos para éstas. Es el papel de cada obispo en su diócesis.

La Iglesia autoriza la existencia de institutos en el que sus propios miembros no celebran la nueva liturgia, y eso lo respeto. Pero eso implica también de su parte el mismo respeto para los otros sacerdotes. No se trata de condenar todo debate, sino de pedir que éste se haga de manera respetuosa, fraternal y de manera constructiva.

 

Estos institutos Ecclesia Dei tienen, en proporción, más vocaciones que la mayor parte de las otras casas eclesiales. ¿Qué análisis tiene de ésto?

No es fácil analizar con precisión este fenómeno. Pero la realidad es que: numerosos jóvenes son atraídos por las comunidades que proponen una vida litúrgica, una formación, una vida comunitaria y una disciplina más tradicionales.  En esto podemos ver un “signo  de los tiempos” (Gaudium et Spes, 4). No se puede ignorar esta realidad, a través de la cual Dios se dirige a nosotros.

 

Mgr Dominique Rey

Entrevista realizada por Christophe Geffroy. La Nef N°294 de juillet-août 2017

 

 

[Traducción de Dominus EstArtículo original]

*permitida su reproducción mencionando a DominusEstBlog.wordpress.com

 

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